Recuerdo algunas reacciones cuando se lanzó el primer avance para Paddington, el cual ponía su atención en la escena del baño y había quienes signaban el resultado final de la película en base a la elección de esa porción de humor escatológico. Apenas días después se conocería el alejamiento de Colin Firth, que había decidido que su voz no era apta para el personaje, y aquello reforzó las dudas en torno a lo que sería la adaptación. Dichos prejuicios no podrían haber estado más equivocados, dado que resultó en una encantadora comedia para toda la familia, con un protagonista inolvidable rodeado de un notable elenco británico, que acompañó la buena recepción de la crítica por una más cálida del público, que la convertiría en un éxito de taquilla. Dicha repercusión justificaba a las claras una inevitable segunda parte, como es norma actual de la industria. Lo inesperado, no obstante, es que esta sea incluso superior a su antecesora.
Paul King, el director de la mayoría de los episodios de The Mighty Boosh, vuelve a la carga como el realizador de esta continuación, ahora con el actor Simon Farnaby como su socio escritor –interpreta a Barry, el divertido guardia de seguridad de ambas entregas-. Con la del 2014, el primero demostró entender a las claras el rumbo que debía seguir para llevar al personaje central a la pantalla grande y ese sendero se repite para esta ocasión, con humor físico perfectamente disfrutable por los más pequeños como los más grandes, con una trama de misterio que requiere ser descifrada y con enormes dosis de corazón que inflan el pecho, con el tono justo de inocencia como para resultar maravillosa antes que empalagosa. Paddington 2 crece en escala en relación a la anterior pero sin perder el mismo espíritu jovial, sincero e inofensivo, en el marco de una realización artesanal que se vale de un perfecto balance entre lo clásico y moderno para traernos otro capítulo en la historia del carismático oso.
En esta ocasión, el héroe ya está plenamente integrado a la familia Brown y es uno de los miembros más sobresalientes de su comunidad. Su mera salida a la calle ilumina a la gente del barrio, cuyo día mejora de forma automática al tomar contacto con él. Lo mismo sucede con cada uno de los miembros de la familia, los cuales enfrentan conflictos de identidad que la historia los llevará a confrontar. La película no se contenta con relegarlos a un segundo plano, sino que los acompaña en su crecimiento personal. Hugh Bonneville, Sally Hawkins y Julie Walters fueron llevados hacia adelante, al igual que los niños, una vez que aceptaron a Paddington como parte de su familia, la cual se ha enriquecido gracias a ello.
Pero no todos en la comunidad son fanáticos del oso, como el Sr. Curry de Peter Capaldi, y el caso más paradigmático es el de Phoenix Buchanan, a quien trae a la vida Hugh Grant. El inglés hace todo un despliegue para encarnar a este pomposo actor en franco declive y uno desearía haber tenido la oportunidad de ver la película en idioma original para disfrutar de todos sus matices. Lo mismo para el caso del rudo bonachón Knuckles McGinty, al que le pone el cuerpo Brendan Gleeson. El doblaje es bueno -la voz del oso corre por cuenta de Nicolás Vázquez-, pero se siente como una oportunidad perdida el hecho de que no se pueda apreciar tan elegantes acentos.
Paddington 2 levanta el guante de su predecesora y reafirma la grandeza con la que este personaje ha sido trasladado de los libros al cine. Sin subestimar a su audiencia, con un misterio que mantiene la atención, con altas dosis de humor del bueno y con una paleta de colores que carga los ojos de luminosidad, empaca otra producción de primer nivel tan exquisita como un sandwich de mermelada de naranja.
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