Crítica The Post / The Post: Los Oscuros Secretos del Pentágono

Es un apasionante drama acerca de la improbable asociación dentro de The Washington Post entre Katharine Graham y el editor Ben Bradlee, a medida que corren para exponer una masiva tapadera de secretos gubernamentales.

The Post

Steven Spielberg tiene combustible para rato. Después de haber entregado The BFG, que resultó en uno de los fracasos comerciales más considerables en su carrera, hubo quienes osaron especular que se había acabado su toque mágico. El director respondió como mejor sabe, con cine. Y emprendió una monumental tarea que hoy puede verse opacada por lo que Ridley Scott hizo a último momento para modificar All the Money in the World, pero no por ello es menos trascendental. El cineasta rodó la próxima Ready Player One y, mientras esta ingresaba en su extensa post-producción, resolvió avanzar con The Kidnapping of Edgardo Mortara, que tuvo un revés a la hora de completar su elenco y por eso quedó un vacío en su agenda que decidió llenar con The Post. No hay descanso en la vida del realizador de 71 años, que sabía la importancia de contar esta historia en este preciso momento, y por eso decidió emprender la labor titánica de rodar y terminar una película mientras completaba la otra, algo que ya había hecho hace casi 25 años cuando lanzó juntas Jurassic World y Schindler’s List, para arrasar con todos los premios.

The Post es necesaria. Hacía falta llevarla a los cines ahora, no en algunos años, porque es un drama histórico terriblemente oportuno, que habla sobre la administración Nixon pero a las claras conecta sus golpes con la de Donald Trump. Que pondera la importancia de la prensa libre e independiente, el cuarto poder que debe mantener a raya a los poderosos, y que reivindica la libertad de expresión antes que nada. Para hacerlo, pone el foco en los Papeles del Pentágono, una de las investigaciones periodísticas más significativas de la historia de Estados Unidos. Una en la que la Presidencia embistió de lleno contra los medios de comunicación y buscó impedir la publicación de documentos sensibles que ponían en jaque al Gobierno, específicamente en relación a la Guerra de Vietnam, un conflicto que ya llevaba 15 años y del que se sabía tiempo atrás que no había horizonte de triunfo.

Spielberg filma con verdadero oficio, con el pulso que se requiere para convertir a su película en un thriller político y periodístico con suficientes credenciales como para instalarse entre los mejores de la historia del cine. Hay amor por el trabajo en la redacción, con nostalgia por una época de profesionalismo que hoy se ve como artesanal, en la que una llamada telefónica o el tipeo con una máquina de escribir se vuelven apasionantes en las manos del cineasta. Hay una belleza absoluta en la recreación del uso del linotipo, con metal caliente que se funde en caracteres que pasarán a la historia por partida doble –en las páginas quedarán para la posteridad, puertas adentro se reutilizarán para otra edición-, y en el paso por las cintas transportadoras que conducen a cada instancia del proceso de impresión. Empaquetado de la planta al camión, del camión al kiosco y desde allí a las manos de miles de lectores hambrientos de información, que quieren saciar su apetito a la hora que corresponde y sin justificación para su demora. En su recreación es perfecta, un homenaje sincero al trabajo que se hace en las sombras, y la fotografía de Janusz Kaminski es fundamental para salivar por dichas imágenes, ni hablar de lo que logra John Williams para completar el combo.

Pero la cuestión periodística no es lo único que hace de The Post una película absolutamente oportuna, que en este 2018 resuena con más fuerza. El guión de la debutante Liz Hannah junto a Josh Singer -quien se ganó el Premio de la Academia por otra oda al periodismo de investigación como es Spotlight– da una mirada honesta y sin revisionismo a la figura de la mujer en un puesto de poder, específicamente a la de Katharine Graham, la primera editora de un periódico importante en Norteamérica. Y Meryl Streep ofrece una brillante caracterización de esta poderosa mujer, a quien sin embargo la rodean hombres que tratan de explicarle qué hacer y cómo hacerlo. Es una actuación llena de matices para retratar a una persona sumamente capaz, que debe luchar contra tradiciones que al día de hoy no se han depurado y con el pánico al fracaso que pueda dañar el legado familiar. Frágil y temblorosa cuando tiene que serlo, firme y aguerrida conforme avance el relato, su Kay propone una reivindicación que compensa su «olvido» de parte de All the President’s Men (1976), una película que está bien conectada con esta.

Tom Hanks entrega otra sólida interpretación como Ben Bradlee, el editor detrás de tamaña investigación y el principal bastión del ala periodística del film. Más confiado y seguro de sí mismo, después de todo es un hombre en un puesto de poder y sin tanto que arriesgar más que su reputación, es quien comanda el trabajo a sus sabuesos de perseguir la historia hasta las últimas consecuencias. Y tanto él como ella están muy bien acompañados frente a cámaras por uno de los equipos más destacados que se puedan recordar en los últimos años, más de una docena de figuras dispuestas a completar hasta el menor de los papeles. Hay buenas labores de Bob Odenkirk, Tracy Letts, Bradley Whitford, Bruce Greenwood, Carrie Coon y Matthew Rhys, en tanto que se lamenta la mínima participación de una notable actriz como es Sarah Paulson, relegada al rol de esposa y sin mucho que hacer. También es hora de reconocer a un brillante secundario como es Michael Stuhlbarg, que con esta, The Shape of Water y Call Me By Your Name es parte de tres de las nueve películas nominadas en la próxima edición de los Oscar.

Respecto a esto último, The Post ha pasado bastante ignorada por la Academia a la hora de las nominaciones para sus premios. De ninguna forma se puede pensar en su falta de méritos, dado que Spielberg consiguió otra película de gran valor -uno imagina que la presión social debe haber impactado en los votantes para que haya ciertas películas favorecidas en lugar de otras-. No se puede decir que pretenda ser aleccionadora, pero sí que peca de transparente, sobre todo a sabiendas de los paralelismos que se pueden trazar con el panorama sociopolítico actual. En ciertos pasajes más directa que sutil, no deja de entregar una mirada contundente a hechos del pasado que resuenan con pasmosa exactitud en el presente.

estrella45

 

 

 

 

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