¿De qué va? El sol comienza a provocar la muerte de todo aquel que se expone a él por motivos desconocidos. Se trata de un misterioso evento cósmico que está arrasando el planeta. En Bélgica, los pasajeros y la tripulación a bordo de un vuelo nocturno intentan evitar el sol y ponen rumbo al norte, esperando poder refugiarse en la oscuridad.
Pueden leer tranquilos… Esta reseña está libre de spoilers, así como también de gluten.
Luego de que se estrenara hace pocos días decidí comenzar a ver la segunda temporada de Into the Night (Hacia la Noche), la serie de origen belga creada por Jason George (Alice in Borderland), basada en la novela polaca La Vejez de Axoloti, de Jacek Dukaj (Ambition). Y digo «comenzar», porque mi idea no era quedarme hasta casi las 4 de la mañana para terminarla. Es que no pude parar, me quedé prendido como Homero a una chuleta de cerdo.
Pero como decía el buen Jack, vayamos por partes. Habíamos acabado la temporada anterior cuando Ayaz (Mehmet Kurtuluş), Ines (Alba Gaïa Bellugi), Sylvie (Pauline Étienne), Zara (Regina Bikkinina), Dominik (Nicolas Alechine) Mathieu (Laurent Capelluto), Horst (Vincent Londez), Rick (Jan Bijvoet), Jakub (Ksawery Szlenkier), Laura (Babetida Sadjo) y Osman (Nabil Mallat), escapando del Sol asesino, llegaban a un bunker en Bulgaria donde se encontraban con un grupo de «simpáticos y amistosos» soldados de la OTAN, que brincan de alegría al verlos llegar.
En el comienzo de esta nueva tanda de episodios, a nuestros conocidos y -en algunos casos- adorados protagonistas, se les unen otros, el Coronel Lom (Borys Szyc), Capitán Markus Müller (Dennis Mojen), Embajador Gerardo (Javier Godino), Sargento Felipe (Joe Manjón), Embajadora Thea Bessit (Émilie Caen) y Heremans (Coen Bril). Pero como sucede a veces en la vida, si bien vamos haciendo amigos con el paso del tiempo también dejamos algunos en el camino, y esta no será la excepción.
Esta temporada comienza un poco más abajo en intensidad que la anterior, pero a partir del tercer episodio recupera su ritmo, el cual no decaerá en el resto de los capítulos sino todo lo contrario. En esta ocasión, la posibilidad de morir al salir el Sol sigue siendo una parte esencial de la trama, aunque por momentos la falta de alimento, paranoias, claustrofobia y otros desórdenes mentales están a la orden del día, opacando en algunos casos al miedo principal.
Como en la primera temporada, las interacciones entre los personajes son una parte integral de esta, abarcando desde amor fraternal hasta la obsesión, pasando por un alto grado de tensión sexual, el desprecio, el racismo y la xenofobia.
Netflix todavía no ha confirmado -ni negado, dicho sea de paso- una tercera temporada, aunque esto no resulte extraño dado la cercanía del estreno de esta última. Varias subtramas han quedado abiertas, así que no me sorprendería que pronto se confirme lo que muchos fanáticos deseamos: una nueva temporada hacia la noche.
Si aún no vieron esta serie, sinceramente no sé para que vinieron a este mundo. Cada temporada cuenta con seis capítulos de entre 30 y 40 minutos de duración, así que con un fin de semana alcanza y sobra.
Ya me contarán que les pareció. Hasta la próxima.