En un momento en el cual las coming-of-age lograron alejarse de la comedia libidinosa -como la incontable saga de American Pie y todos sus derivados- para convertirse en un género bisagra, al tratar temas más terrenales y, a su vez, acaparar gran parte del catálogo y contenidos originales de las plataformas de streaming, Atypical es uno de los mejores aciertos para «la N Roja» dentro de esta categoría. Desde su primera temporada en 2017 hasta finalizar en esta cuarta, la serie creada por Robia Rashid nos hizo recorrer la historia y las experiencias de Sam Gardner (Keir Gilchrist), un joven de 18 años diagnosticado con el espectro autista, y su recorrido mientras llega a la adultez acompañado de su entorno familiar y sus amigos. Con el paso de la historia, la empatía entre el espectador con los personajes se refleja de mayor manera, ayudando a un desarrollo sólido en torno a lo que sucede, de principio a fin.
Lejos de funcionar como un intento de golpebajismo habitual, o de condensar todo desde una perspectiva centrista al «espectro», Atypical tiene un nivel de humanidad y un desarrollo de personajes que la destaca por sobre otras películas o series de maduración que la plataforma ha lanzado. Su guion da una posibilidad de interpelación que se vive por dentro y por fuera: todos los personajes atraviesan situaciones habituales que deben afrontar en el día a día. Y, de una manera perfecta, permite que cada personaje que forma parte de la historia tenga un lugar destacable y fundamental para su avance. Con más o menos presencia en episodios o temporadas, todos logran darse a conocer: sus virtudes, defectos, miedos y objetivos. Eso ayuda mucho a entender el rol que ocupan en torno a Sam y cómo ellos se transforman por su propia cuenta o a partir de sus experiencias con él. De hecho, lo que mejor supo hacer la serie es darnos cuenta cómo uno empieza pensando que es el protagonista quien debe aprender de su entorno, hasta que se comprende que la relación es recíproca.
De alguna manera, estos últimos episodios terminan girando en torno a un eje sobre definir nuestras vocaciones y, mucho más importante, quiénes queremos ser. Mientras el protagonista toma la decisión final de realizar un viaje contra todo pronóstico, sus padres Doug (Michael Rapaport) y Elsa (Jennifer Jason Leigh) continúan intentando fortalecer su situación sentimental al mismo tiempo que deben acompañar a su hijo a cumplir su objetivo. Al mismo tiempo, Paige -novia de Sam, interpretada por Jenna Boyd– también tendrá que decidir por su futuro vocacional; mientras que el carismático y algunas veces problemático pero siempre fiel amigo Zahid (Nik Dodani) debe atravesar uno de los momentos más difíciles de su vida.
Aun así, obviamente el mayor lugar junto a Sam lo consigue, de manera totalmente entendible y obligada, Casey (interpretada por Brigette Lundy-Paine). Su foco en esta temporada es el mismo que el de su hermano y con mucha razón: su carisma, su compañerismo y su manera de afrontar las propias situaciones de ella y su actitud de acompañar a su entorno consiguieron posicionarla en un punto clave en la serie: su futuro está en juego y es el momento donde ella necesita ayuda para tomar sus propias decisiones. Entonces, sus conflictos y todo lo que atraviesa durante estos últimos capítulos se convierten en algo indispensable para el funcionamiento de la serie.
Si bien es algo que se fue viendo a medida que avanzaban las temporadas, la cuarta consigue eso: estamos en un punto donde todo lo que rodea al personaje principal alcanza su nivel de importancia, generando una armonía esencial para dar cierre en esta última. Ese, sin dudas, es el componente más eficaz.
Como uno de los últimos puntos, es necesario destacar la participación de personas con el espectro tanto en la serie como en el trabajo de guion y producción. Esto fue uno de los aspectos que se remedió frente a las primeras críticas ante el estreno de la serie, pero da cuenta de que la integración de personas con el diagnóstico sean parte resalta el interés y el compromiso por querer abarcar la temática de una manera cuidada y lo más acertada posible.
Si tuviera que describir el viaje que uno realiza al ver Atypical sería desde dos ejes centrales: «empatía» y «bienestar». Porque, pese a todos los problemas que pueden interpelar desde su trama, la sensación de que «todo va a estar bien» es clave para hacerla disfrutable y a su vez una de las series más destacadas que Netflix presentó durante los últimos años.
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