El cine catástrofe, con el correr del tiempo y el avance de los efectos especiales, se fue convirtiendo en un subgénero interesante y taquillero, pero la cantidad de desastres naturales en pantalla grande parece haberlo saturado hace algunos años. A pesar de eso, casi todas las temporadas estrenan grandes producciones donde las fuerzas de la naturaleza y las impericias humanas se guionan y se vuelven plots twist. Tras un 2020 que alertó a la población mundial con una pandemia imprevista, y cambió drásticamente a la industria cinematográfica, podría aparecer la oportunidad para que estas apuestas catastróficas resurjan con novedades, sorpresas e ideas y se alejen del estancamiento genérico. Sin embargo Greenland, el último film sobre cataclismos estrenado en Amazon Prime Video, prometía impactar de lleno sobre los espectadores pero termina siendo otra propuesta pochoclera repleta de clichés y meteoritos que chocan contra nosotros y nos aplastan en el sillón.
Traducida al español como «El día del fin del mundo», repite la dupla director – protagonista de Angel has fallen (2019) con Ric Roman Waugh (Snitch, Shot Caller) detrás de cámaras y Gerard Butler (300, P.S. I love you) frente a ellas como el arquitecto John Garrity. A través de él veremos los sucesos que significarían el fin de la humanidad y del mundo como lo conocemos, con un resultado que puede llegar a entretener e incluso despertar interés sobre el destino de la familia protagónica, a pesar de sus desaciertos y puntos flojos.
La esposa Allison (Morena Baccarin; Gotham, Deadpool) y su hijo Nathan (Roger Dale Floyd; Doctor Sleep) completan el trío sobre el cual recae toda la acción de la historia y solo conoceremos a un par más de personajes aleatorios, entre los que se destaca el padre de ella -interpretado por Scott Glenn (Daredevil)-, quienes simplemente se cruzan en las peripecias de este grupo familiar que trata de salvarse del incipiente apocalipsis. La película tiene todos los elementos repetidos en los más conocidos films catástrofe como Deep Impact (Mimi Leder, 1998) o las exitosas The Day After Tomorrow (2004) y 2012 (2009) de Roland Emmerich, entre tantos ejemplos: la amenaza inadvertida que de inofensiva pasa a ser masivamente aniquiladora, el grupo privilegiado de elegidos para salvarse y continuar la especie -al mejor ESTILO Los Simpson-, el estallido social y el caos que provoca en los habitantes que se vuelven o mártires o delincuentes, la deficiente burocracia institucional, las órdenes poco claras y demás.
Salvo que, como mencionamos, la trama se centra exclusivamente en la perspectiva y en las contingencias de los Garrity, privándonos de discusiones estratégicas militares, información o sobreexplicaciones científicas. De hecho, la mayoría de los momentos donde vemos la furia de la naturaleza contra la humanidad es a través de pantallas y noticieros, de grabaciones amateurs o videos virales, a excepción de una persecución automovilística en la que están involucrados nuestros protagonistas al escapar de los meteoritos que vienen a destruir el mundo. Por lo tanto, el despliegue de CGI no es tampoco el eslabón más fuerte del film. Si no fuera por el ahorro que esto significa, puede pensarse también como recurso expresivo de cómo vemos el mundo hoy día.
Pero en Greenland, la mayoría de los cataclismos se dan por medio de otras pantallas porque miramos todo a través de los ojos de esta sagrada familia, el eje de la historia es su travesía por la supervivencia y el viaje personal que atraviesan: un matrimonio que viene de una crisis, sorpresiva y arbitrariamente es elegido para refugiarse a salvo del advenedizo e inevitable fin de la Tierra. Y mientras el mundo se viene abajo, ellos deben sortear obstáculos que en realidad no provienen de la amenaza externa sino de problemas internos, ya sea por una enfermedad preexistente, torpezas y casualidades azarosas, contradicciones administrativas, el villanismo de la población corriente que no se resigna a morir. Lo cierto es que tanto Butler como Baccarin, e incluso el niño que interpreta al hijo, convencen bastante con el correr de sus aventuras y su desesperación en ciertos momentos es creíble. Por eso, uno desea acompañarlos hasta el final a ver si zafan, con la acción catastrófica ya en segundo plano y el dramatismo y la emotividad in crescendo. Aunque también vale reconocer que más de una de las pocas escenas explosivas pueden dejarnos boquiabiertos… para comer más pochoclos antes que a los protagonistas les ocurra algo peor.
Uno de los chistes y memes más repetidos a medida que avanzaba la pandemia fue aquel que se preguntaba si los mayas que predijeron el fin del mundo en 2012 no habrán sido «disléxicos» y en realidad quisieron poner 2021. Si bien la película fue filmada en 2019, por momentos es como si intentara replicar el efecto «contexto apocalíptico» que provocó el film 2012, pero termina siendo un refrito de otras producciones del cine catástrofe con un acento en el drama familiar, que vuelve difusa la amenaza original y quita un poco de espectacularidad, uno de los ganchos de este subgénero. El límite de contar todo a través de una familia poco informada, ajena y superada por la situación, hace parecer que el fin de todo simplemente sucede mientras el mundo apenas intenta sobrevivir en un caos generalizado. Y eso termina quedando corto o con sabor a poco, 2020 mediante. Por eso, estaría bien esperar una reformulación de este subgénero a partir de lo sucedido en nuestro planeta en el último tiempo. Aunque quienes logren empatizar con los Garrity disfrutarán más de esta buena peli.
[ratingwidget_toprated type=»pages» created_in=»all_time» direction=»ltr» max_items=»10″ min_votes=»1″ order=»DESC» order_by=»avgrate»]