Lauren Monroe es fiscal general del distrito de Nueva York y está a cargo de una causa por estafa en la que enfrenta a los ricos y poderosos, la mayoría amigos de su padre, un multimillonario muy influyente. Pero él muere de manera inesperada y la vida de la familia se detiene. Luego del funeral llega la lectura del testamento y Lauren recibe algo que jamás hubiera esperado. Inheritance es un thriller que más que generar intriga provoca fatiga en el espectador. Repleta de ideas poco originales y giros para nada sorpresivos, la película desperdicia a sus protagonistas y una premisa que podría haber funcionado.
Lauren (Lily Collins) jamás sintió el afecto de su padre, él siempre esperaba otra cosa de ella. No aceptaba a su marido, su carrera, sus decisiones o el hecho de que rechazara sus orígenes. Esto queda muy claro en la lectura del testamento: mientras que su hermano menor, un congresista que compite por su reelección, recibe 20 millones de dólares, a ella le deja un millón. Pero eso no es todo, el abogado le dice que le dejó algo más y le entrega un sobre con una caja que solo contiene un pendrive. Hay un video de Archer Monroe (Patrick Warburton) en el que agota todos los clichés de cartas post mortem («si estás viendo esto ya no estoy acá», «no te puedo decir mucho más» y demás), y le dice que su herencia es hacerse cargo de un secreto que debe permanecer enterrado, cerca de donde ella jugaba cuando era chica. Allí encuentra una puerta trampa que lleva a un búnker secreto y en el último cuarto hay un hombre encadenado del cuello que dice llamarse Morgan Warner (Simon Pegg).
La historia gira en torno a Lauren y su descubrimiento, de enterarse que en realidad jamás conoció a su padre y que era mucho peor de lo que ella imaginaba. De a poco va confiando en Warner y él le cuenta la razón por la que está allí. Entre medio de todo intentan seguir con la trama del juicio, pero no aporta absolutamente nada. El guion es malo, no hay otra forma de decirlo. La mayoría de las cosas no tienen sentido y jamás consigue que el espectador entre en el código de la historia, suspensión de la incredulidad parece ser un término que jamás oyeron Vaughn Stein y Matthew Kennedy, director y guionista respectivamente. En todo momento las preguntas giran en torno a lo que está mal construido y no a la historia en sí. ¿Por qué Archer no dejó una carta explicando un poco más y así se ahorraba todo? ¿Cómo hay un búnker en el fondo de la casa del que nadie sabía? ¿Cómo una joven de 30 años es Fiscal General de un distrito o su hermano menor congresista buscando un segundo mandato? Nada tiene sentido, o lógica.
Lo peor es que en sí la premisa es interesante, pero cuando llega el momento del plot twist, el espectador está tan cansado que no impacta ni sorprende. Un desperdicio de talento y una pérdida de tiempo. Inheritance no es una película que valga la pena, a no ser que uno quiera reírse de las inconsistencias.
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