¿Otra serie de mujeres desesperadas? ¿Otra historia de amigas suburbanas, enfrentadas, que escapan del pasado ocultando secretos propios y develando los ajenos? Sí, otra serie de mujeres. De mujeres potentes y con carácter que llevan adelante toda una producción de esas donde uno no sabe qué le gusta más: el guion, las actuaciones, la producción. Desde la irrupción de Desperate Housewives (2004), las mujeres en televisión dejaron de ser heroínas de adorno, meras partenaires o testigos de la acción pendientes del sexo y de la moda, para pasar a ser el centro y el motor de la acción, con luces y sombras, con sus propios debates morales. La galardonada Big Little Lies (2017) fue la evolución natural de aquellas amas de casa y si bien contaba la historia de mujeres ricas, universalizó luchas y demonios en una coyuntura donde el rol de la mujer busca su redefinición. En 2020, Little Fires Everywhere, miniserie original de Hulu, vuelve a apostar a los conflictos internos del colectivo femenino pero reduce la contienda a dos polos opuestos y hace explotar pequeñas batallas, pequeños incendios, a lo largo de ocho capítulos, para retratar cuestiones más íntimas. Virtuosa en su realización y efectiva en lo contado, esta miniserie protagonizada y producida por Reese Witherspoon (Legally Blonde, The Morning Show) y Kerry Washington (Scandal), que se puede ver por Amazon Prime, es una agradable sorpresa, que renueva la premisa de estas series hermanadas: debajo de las relucientes apariencias pulidas a la perfección por estas mujeres y madres, hay vidas intensas, secretos profundos y valores cuestionados.
Celeste Ng es la autora de la novela homónima en que esta se basa y también es su guionista. Situada en Shaker Heights durante 1997, la historia nos presenta a Elena Richardson (Witherspoon), esposa y madre de cuatro hijos, periodista de un diario local, que ve cómo su imponente mansión se reduce a cenizas luego de un incendio que se sospecha intencional y veremos qué sucedió en su ordenada y lujosa vida durante los últimos meses para encontrarse frente a tal fogón. Estas reminiscencias nos traen a la nueva inquilina de Elena, Mía Warren (Washington), una artista afroamericana y madre soltera, de carácter esquivo pero frontal. La impertinente curiosidad de una choca con las reservas de la otra, intentan acercarse pero sus distintos modos de ver la vida y sus mundos opuestos no tardarán en colisionar. A pesar de ser ambas madres que aman a sus hijos, los conflictos con ellos, los adolescentes, también las llevarán al límite y sacudirán el entorno de estas mujeres sacando a flote los cuestionamientos y debates, actuales, reales y cotidianos. Aquí no hay heroínas o villanos, todos tienen sus propias sombras y miserias, incluso los hijos adolescentes; los conflictos apuntan a las relaciones familiares, especialmente los vínculos entre madres e hijas, y a la diferencia de clases. Y de ahí a lo macro, a lo social: racismo, adopción, maternidad, discriminación, bullying. Los misterios se develan a cuentagotas y la historia va creciendo gracias a un guion firme, con diálogos sobresalientes, sin perder cierta esencia melodramática.
Y para llevarlo a cabo, las actuaciones de Washington y Witherspoon descollan al componer dos personajes fuertes con un abanico de estados de ánimo que conmueven o repelen, según sea necesario. La impecable y curiosa Elena, una correcta señora de la élite de Shaker Heights, que nos remite a su anterior personaje en Big Little Lies -y por qué no a la acartonada Bree van de Kamp de la mencionada Desperate Housewives-, estricta y superficial pero con muchas capas y silencios guardados. En el otro rincón la contrincante recién llegada, la artista transgresora que viene a sacudir las estructuras de la familia tipo y a cuestionar los valores y costumbres de una sociedad conservadora y tradicional. La Mia Warren de Washington logra mostrarse tan fuerte como vulnerable y tan libre como dependiente del amor de su hija. Mención especial para el elenco juvenil, los hijos, entre quienes brilla Megan Scott, una cara nueva que interpreta a la rebelde y contestataria Izzy, hija menor de Elena, personaje clave del conflicto y por las temáticas que la atraviesan, al igual que con la hermana mayor, Lexie Richardson (Jade Pettyjohn), una copia a escala de su madre Elena y que sirve de contrapunto a la hija única de Mia, la dulce e inteligente Pearl (Lexi Underwood) quien, a su vez, integra un interesante triangulo con los dos hijos varones de Elena, los hermanos Moody y Trip (Gavin Lewis y Jordan Elsass, respectivamente). Completa el elenco masculino Joshua Jackson (Dawson’s Creek, Fringe) como Bill Richardson, el marido de Elena.
La ambientación es impecable, no como mero recurso de nostalgia, ya que retrata pensamientos y costumbres de una sociedad no tan lejana y enmarca las cuestiones que propone repensar, nos lleva a ver perspectivas que teníamos en los ’90 y cuántos elementos de la serie se repiten de algún modo hoy día. Incluso las canciones, algunos himnos noventosos que acompañan los sucesos, expresan lo que sienten los personajes y lo que la sociedad contemporánea ponía de manifiesto. Little Fires Everywhere cuenta una historia de intrigas domésticas al tiempo que resalta problemáticas que aún hoy se debaten.
Podríamos dibujar una constelación entre las series arriba mencionadas: mujeres con sus propias miserias y fantasmas, pero decididas a desenvolverse en el mundo que las encasilla mientras ocultan e investigan misterios novelescos. Si nos alejamos de los barrios residenciales, encontramos historias como Scandal, The Good Wife o How to get away with Murder, y también coinciden con aquellas otras en que los chismes y escándalos, el matrimonio y los amoríos, son un recurso para tratar temas y valores más profundos y no la razón de ser de los personajes femeninos de una serie. Por eso estas historias son bienvenidas, porque nos revelan las partes más humanas y más íntimas de las personas. Little Fires Everywhere pone sobre la mesa temáticas latentes, expone prejuicios, debate cuestiones morales e íntimas de las mujeres, de las madres, esposas y amigas que se replantean el camino elegido, las decisiones tomadas y la posición que ocupan en la sociedad.
Esta miniserie se nos presenta como una evolución natural del culebrón o las “soap operas”, junto a las mencionadas, ya que actualizan el contenido pero también mejoran las formas, responden a las necesidades actuales para elegir qué historias contar, qué cuestionamientos realizar o qué valores debatir, pero también atienden a la evolución del género, a las formas de narrar y dirigir. El arte que realiza Mia y que da carácter a su personaje la trasciende y traslada una cuidada estética en esta producción. O el explotado recurso del racconto o el flashback que, cuando cumple una función en la historia, en comprender más la trama o los conflictos, cobra una fuerza revisionista que atraviesa la anécdota de la serie e interpela al contenido, a las temáticas y problemáticas que subyacen en los melodramas de estas mujeres. Pequeños fuegos, pequeños focos de incendio que se encienden y son capaces de arrasar con todo; y, tras las cenizas, lo nuevo, un terreno limpio sobre el que podemos escribir otras historias.
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