Sara, Marcos y su hija Estefanía se van de camping durante un fin de semana. Desde el comienzo, Marcos se mantiene recluido en su velero mientras que su esposa intenta infructuosamente restaurar lazos familiares cansados y desgastados por la rutina. Los roces y tensiones se dan mediante miradas furtivas y charlas monosilábicas. El hábito de la costumbre esta firmemente asentado. Por su parte, Estefanía transita por los tempranos caminos de la adolescencia, el despertar sexual y las rebeldías propias de la edad. Pero la crisis existente entre sus padres llega a su inocente mundo y, si bien es tácita, se instaura en los vínculos bien diferenciados que mantiene con ambos e incluso con sus amistades.
Una historia conocida aunque percibida principalmente desde la mirada de la niña (Martina Pennacchio) más que por sus padres, quienes en poco más de una hora no logran ponerse de acuerdo en ninguna decisión. El camping, lugar idóneo para descontracturar y romper con las ataduras del día a día, termina suministrando el ambiente para que dicha familia se eleve o se termine de desmoronar. Diego Velázquez (Relatos Salvajes, El Maestro) e Ivana Catanese (Cuando crezcas y tengas tus hijos te vas a dar cuenta lo que te digo) mantienen una relación ahogada por sus propios mares de silencios. La comunicación es llana aún a pesar de los esfuerzos de ella por romper con la hosquedad de su esposo.
Si bien el enfoque empleado acomete desde la perspectiva de una niña con ecos del conflicto de sus padres, la ópera prima de Luciana Bilotti se entretiene en escenas redundantes y dilatadas innecesariamente; muchas de las cuales son tomas descentralizadas que pretenden mostrar la cotidianidad en los lazos de los protagonistas pero que se estanca en más imágenes superfluas. Actuaciones que se mantienen a pesar de un guion que las debilita, ya que el mismo solo apunta a retratar un segmento estático y sin desenlace para bien o para mal en la vida de un matrimonio fatigado. Y, repito, resaltan las actuaciones, en particular del elenco juvenil. Hay una compenetración de los más chicos que resarce de frescura el relato, evidenciando un destacado trabajo detrás de cámara en dicho aspecto.
Rodada en El Carrizal, la mayoría del equipo técnico y artístico es mendocino. Además, dicho proyecto contó con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y la Universidad Nacional de Cuyo. Coiffeur se hace cargo de una notable banda sonora que, a excepción del inicio y los títulos, sirve para resolver algunos silencios aletargados. A pesar de dicho aporte, el guion, también de Bilotti, desafortunadamente naufraga con situaciones y conversaciones débiles en lo que es un tema abierto para mucho más contenido. En resumen, fuera de foco y en discordancia con loables interpretaciones, una película que tristemente deja como recuerdo un argumento amargo y diálogos vacíos cuando en contraste se ansía en todo momento mayor desarrollo de las afinidades de los protagonistas.
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