Crítica de Little Women / Mujercitas

Amy, Jo, Beth y Meg son cuatro hermanas en plena adolescencia, que viven con su madre en una Norteamérica que sufre lejanamente su Guerra Civil.

Little Women, Mujercitas, Greta Gerwig, Saoirse Ronan, Florence Pugh, Emma Watson

Si hay algo que define a esta versión de Little Women es la calidez. Greta Gerwig hizo un trabajo totalmente autobiográfico en lo que respecta a su amor por la obra de Louisa May Alcott. Y eso se huele desde los primeros minutos de film. Su musa ya fetiche, Saoirse Ronan, nos regala en una corrida joven y soñadora a Jo March, que atraviesa la multitud luego de que las manchas de tinta en sus manos le hayan valido otra venta de sus historias. Escena que recuerda a los inicios de Frances Ha y esa corrida con mezcla de baile por Nueva York.

La interpelación en lo más sensible de la directora se huele como mesa navideña recién puesta en cada giro de cámara. La fluidez entre pasado y presente, en esa mente incansable y sedienta de reconocimiento que es la de Jo, tiñe toda la película sin necesidad de estar recordándonos qué tiempo es cual. Basta con un siete años antes, sutil, para ya marcar que hay dos líneas temporales. Pero luego, de forma inteligente y sin perder ritmo, el pasaje de un tiempo a otro ocurre sin más. Entrelazando el ayer con el hoy mediante objetos que remontan a momentos claves, cuadros familiares que se funden y, como en un juego de las siete diferencias, el de hace unos fotogramas atrás no es el mismo que vemos después. Los cambios en el paisaje por las estaciones también ayudan al correr del tiempo, en esta constante nostalgia con la que Jo mira su vida antes de Nueva York. La cual debe abandonar cuando la enfermedad de su hermana menor, Beth, se vuelve terminal y la obliga a volver a esos recuerdos donde todo era más fácil.

Podríamos decir que una de las marcas de Gerwig es utilizar en concreto a las locaciones de sus historias, al punto de considerarlas un personaje más. Lo hizo con Lady Bird en Sacramento, de nuevo lo hace ahora con el pueblo humilde y de colina que es Concord, que aparece tangible y real en esta producción, siendo la primera versión que se acerca de manera tan deliberada al corazón de la historia.

Una de las mayores fortalezas es el guion, cargado de diálogos superpuestos y pisadas de frase entre personajes como pasa en la vida real, como no podría dejar de pasar en una madriguera en Massachusetts llena de energía adolescente femenina. Todas quieren ser vistas y escuchadas, pareciera que con tan solo dos ojos, los de su vecino Laurie, alcanzara. Al menos al comienzo…

Cuando se refieren a él, todas las hermanas evitan preocupación alguna con un «Y si, es Laurie», como si eso dijera todo. Y como espectadores es imposible no caer en el encanto de quien lo interpreta. Y si, es Timothée Chalamet, dándonos un retrato de Theodore Lawrence fresco y relajado, con una facilidad simbiótica a la hora de convivir con estas hermanas. El aliado de aquellos tiempos, como bromeaba acertadamente Gerwig en una entrevista.

Little Women, Mujercitas, Greta Gerwig, Saoirse Ronan, Florence Pugh, Emma Watson

Florence Pugh (Amy March) es la dosis perfecta de humor y compensa las reflexiones dolorosamente maduras de Jo que, sin pedir permiso, se carga cuanta responsabilidad haya dando vueltas. La elocuencia y vivacidad de Amy nos conmueven hasta las lágrimas. Así ocurre en la escena que seguramente sea el clip con el que la Academia nos recuerde la primera nominación de la actriz, en la que suelta la frase que resume todas las ambiciones de estas pequeñas mujeres: «quiero ser buena o nada».

Lo metaliterario recorre la película sin caer en guiños trillados. La obra clásica que Alcott escribió en 1868 es el hilo que hilvana todas las escenas. Incluso en momentos donde Jo escribe, sus noches en vela y el cansancio en sus manos, reflejan el sacrificio de la autora para crear en el contexto de esos años, algo en lo que la directora investigó minuciosamente.

El libro está ahí, escabullido en cada momento, y culmina mostrándose de lleno cuando Jo logra su meta principal: publicarlo con su firma, esperando que alguien quiera leerlo.

Little Women, Mujercitas, Greta Gerwig, Saoirse Ronan

En el primer cruce con el personaje de Friedrich Bhaer (Louis Garrel), el profesor que Jo conoce en Nueva York, este le dice «estas en llamas» y de hecho lo está. Jo logra mantenerse así a pesar de sus desilusiones, porque nunca se conformó ni apagó su genio creativo.

Porque lo que vemos es eso, durante 135 minutos que parecen un hechizo que no queremos que termine nunca. La vida de las hermanas March, a las que la directora regala momentos particulares para poder entender el desarrollo de cada una, más allá de que las cuatro juntas respiren de la misma forma. Criadas por Marmee March, a quien Laura Dern representa con una naturalidad y calidez maravillosa, nuestras Mujercitas saben que humildad es sinónimo de brindarse al otro.

Y si de mantas y cobijo se trata, esta versión es sinónimo de sentirse en casa. Su importancia en los tiempos que corren es innegable. La versión de Greta es una oda a la montaña rusa que es crecer. Y sobre todo crecer siendo mujer. Diálogos extraídos de forma casi literal de la obra original, escritos hace 150 años, poseen una actualidad escalofriante.

La infancia se va a terminar de cualquier forma, contesta Emma Watson (Meg March) segundos antes de un momento clave en su vida. Sueños, amores que no se van pero vuelven reversionados, sacrificios personales y pérdidas atraviesan a cada uno de estos personajes y a nosotros, sin importar género, ni época.

Y con retratos fieles y sensibles como este, siempre se puede volver a estar en llamas y querer comerse al mundo como Jo March y su libertad irreverente.

10 puntos

 

 

 

 

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