Levantarte durante la semana a la misma hora, recorrer las mismas cuadras para tomar el colectivo de siempre, elegir el piso correspondiente a tu oficina y volver a tu casa. Todos los días la misma rutina.
Hasta que un día empezás a dudar, ya no sabes con exactitud qué camino recorrer, qué colectivo elegir, a qué piso subir. Este tipo de situaciones y otras tantas le comienzan a suceder al personaje que interpreta Oscar Martínez en Vivir dos Veces (2020), la película española dirigida por María Ripoll y estrenada por Netflix.
El actor argentino interpreta a Emilio, un profesor universitario de matemática que reside en Valencia y sufre de Alzheimer, la enfermedad que va degradando poco a poco la memoria.
Como consecuencia de esto debe empezar a convivir con su familia, integrada por su hija Julia (Inma Cuesta), su yerno Felipe (Nacho López) y su nieta Blanca, interpretada por una magistral Mafalda Carbonell. Sin duda, la dupla entre la joven y Martínez es lo mejor que da la película.
Todos juntos emprenderán un disparatado viaje para que Emilio pueda encontrar a la que considera el amor de su vida, a quien no ve hace años, desconoce su ubicación y solamente a través de Facebook va juntando información sobre su paradero y aspecto actual.
La directora Ripoll aprovecha plenamente la arquitectura de Valencia para narrar su historia, que cuenta con vaivenes de comedia y drama. Sin definirse categóricamente por ninguno de los dos, el avance de la enfermedad llevará a que se consolide una única dirección.
Pero no es el único abanico que se ofrece al espectador. También están las viejas mañas de Emilio, alejado de la tecnología, fiel a sus costumbres y orden que es interrumpido y avasallado por Blanca, que con su celular, su espontaneidad y sus redes sociales le presenta un nuevo mundo a este hombre arcaico.
Vivir dos veces se apoya en dos pilares claves: la familia, como la institución por excelencia que está lista para ayudar y acompañar a uno de sus integrantes, y también en el amor, al primer amor sobre todo, ese que pese a las ideas y vueltas de la vida, es infinito y nunca se olvida.