Con el estreno de su onceava película, es momento de reconocer a James Mangold como el talentoso director que es. Puede que no sea un nombre rutilante como el de otros compañeros de generación, como Quentin Tarantino, Steven Soderbergh, David Fincher o Richard Linklater, para mencionar a otros cineastas nacidos a principios de los ’60, pero tiene un cuerpo de trabajo ecléctico que merece atención. Romance íntimo, drama criminal, biopic musical, western, thriller de suspenso, comedia de aventuras, películas de superhéroes, el realizador se ha probado en diferentes terrenos con mucho mérito, como si buscara no repetirse con cada proyecto. Y Ford v Ferrari es otro ejemplo de sus cualidades detrás de cámaras, con una película de esas que se hacen cada vez menos y que rápidamente se convierte en una de las grandes que se han hecho acerca del mundo del automovilismo. Una que, a diferencia de la icónica Le Mans (1971), logra encontrar el corazón dentro de la máquina.
El hacer referencia a la recordada película de Steve McQueen no es casual, dado que la carrera es parte integral de la trama en el film de Mangold –en algunas regiones se la conoce como Le Mans ’66-, no así lo único como pasaba en la de Lee H. Katzin. Hay una rica historia por contar en el marco de las 24 horas de resistencia. Está el duelo empresarial del título, con Ford a la búsqueda de volverse atractiva para los jóvenes al introducirse en el circuito automovilístico, tras una dosis de humillación pública cortesía de quien lo domina: Enzo Ferrari. Y están los hombres que harán todo lo posible para que la multinacional tenga una oportunidad concreta de vencer a la escudería en su propio juego: Carroll Shelby, con un solvente trabajo de Matt Damon, y Ken Miles, con otra labor destacada de un Christian Bale que emociona.
Las carreras están presentes desde el comienzo de la película, pero Ford v Ferrari hace extensiva la competencia a lo que pasa fuera de la pista. La búsqueda del mejor auto posible, la lucha contra la burocracia corporativa, los choques de personalidades entre Shelby y Miles, y a su vez de estos con Leo Beebe –un Josh Lucas que cumple a la perfección el rol de antagonista-, y además el duelo a máxima velocidad para ver quién cruza la meta primero. La película de Mangold hace un eximio trabajo a la hora de presentarnos todas las facetas de la historia y en desarrollar a todo personaje que tiene algo en juego. Eso, claro, mientras regala un espectáculo automovilístico pocas veces visto, con carreras apasionantes y vertiginosas que se filmaron en el set, sin ayuda del CGI. En una industria que tiende a cerrarse al riesgo, un drama deportivo de 100 millones de dólares orientado al público adulto no es el tipo de film que se busque hacer hoy. Y sin embargo, es precisamente lo que necesitamos.
El mayor logro de Ford v Ferrari es el tener algo que contar cuando los corredores no están dentro del auto, y no perder un ápice de su ritmo en el proceso. El guion de Jez y John-Henry Butterworth (Edge of Tomorrow) junto a Jason Keller (Escape Plan) es dinámico y con personajes bien delineados, como para estar absorto en todas las facetas que la historia presenta. Mangold da en el clavo con el tono, como un conductor que entiende perfecto lo que el auto le pide en cada momento. Hay lugar para la comedia más ligera, para el drama, para la tensión constante. Y los protagonistas y sus conflictos están lo suficientemente desarrollados como para que la película tenga total firmeza, sea con una carrera detrás de otra o en una reunión con ejecutivos descontentos. La emoción está a flor de piel, sea que Ken Miles está cabeza a cabeza con una Ferrari o en un diálogo con el hijo que lo admira.
Así, sus dos horas y media se pasan a toda velocidad –la música de Marco Beltrami y Buck Sanders (The Hurt Locker) ayuda, a pesar de algunas elecciones curiosas-. Sin un duelo como el de James Hunt y Niki Lauda en Rush (2013), la otra gran película de automovilismo de los últimos años, Ford v Ferrari se arma de las partes como para entregar una trepidante historia real, con el drama personal y los personajes como para cautivar el interés, así como las secuencias de carrera como para consagrarse como una notable exponente de este deporte. El resultado es un film valioso, además de uno de los mejores que vieron la luz en este 2019.
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